La revolución de la movilidad no solo es tecnológica. Es también humana. Y en ella, las mujeres tienen cada vez más voz como diseñadoras, gestoras y usuarias protagonistas.
Desde hace una década, la movilidad urbana ha dejado de ser solo cuestión de tráfico. Ahora es un espacio de innovación, sostenibilidad y diseño de vida cotidiana. Y en ese contexto, muchas mujeres están liderando proyectos de transporte compartido, micromovilidad, redes urbanas y electromovilidad local.
Ingenieras, emprendedoras, responsables de políticas públicas o gestoras de proyectos en grandes ciudades están redefiniendo la relación entre las personas y el desplazamiento diario. Su visión, a menudo más transversal e integradora, introduce variables como la seguridad percibida, la planificación inclusiva o la eficiencia logística con enfoque social.
Ejemplos como el de Inés Sabanés en Madrid o Janet Sanz en Barcelona, responsables de políticas de movilidad sostenible, han sido clave para implantar zonas de bajas emisiones, rediseñar espacios peatonales o introducir modelos de transporte multimodal con perspectiva de género. A nivel empresarial, proyectos como el de Wondo, Zity o Cooltra han incorporado talento femenino en posiciones de liderazgo operativo y de producto.
El informe de la UITP (Unión Internacional de Transporte Público) ‘Women in Urban Transport’ destaca que las ciudades con mayor presencia femenina en el diseño de sistemas de transporte tienden a ofrecer servicios más seguros, accesibles y adaptados a la movilidad cotidiana vinculada a cuidados, educación o empleo de proximidad.
Movilidad y perspectiva de género
Además, el auge del transporte a demanda, la movilidad como servicio (MaaS) y las nuevas formas de planificación urbana impulsadas por los datos, abre oportunidades para que más mujeres participen en la configuración de estas herramientas desde una perspectiva de experiencia de usuario. La voz femenina en diseño de apps de movilidad, algoritmos de planificación de rutas o integración modal es aún limitada, pero empieza a hacerse notar.
En el plano internacional, figuras como Janette Sadik-Khan, ex comisionada de transporte de Nueva York, demostraron cómo una transformación urbana ambiciosa puede tener una lectura de género transversal. Bajo su liderazgo, se recuperaron más de 400 kilómetros de carril bici y se peatonalizó Times Square, mejorando la accesibilidad y seguridad para todas las personas, pero especialmente para mujeres, personas mayores y menores.
La movilidad no es neutra. Y por eso, integrar el talento femenino en su diseño y gestión es una decisión estratégica. Porque solo cuando se entienden todos los recorridos, las motivaciones y los miedos de quienes se mueven cada día, se puede planificar una ciudad realmente conectada.
Las mujeres no solo demandan una movilidad más accesible, segura y flexible. También están construyéndola. Desde las instituciones, las empresas, la tecnología y la calle. Y esa presencia creciente no solo es necesaria: es transformadora.