El Mobile Gender Gap Report 2024 de la GSMA revela que 310 millones de mujeres en el mundo aún no tienen acceso a Internet móvil. La brecha digital no solo limita su autonomía, también puede ralentizar la transformación tecnológica de sectores como la automoción.
El avance tecnológico promete inclusión, pero los datos demuestran que no todas las personas participan en la revolución digital en igualdad de condiciones. El Mobile Gender Gap Report 2024, elaborado por la asociación mundial de operadores móviles GSMA, alerta de una cifra contundente: 310 millones de mujeres siguen desconectadas de Internet móvil, mientras el acceso masculino continúa creciendo.
La brecha global de género en el uso de Internet móvil se sitúa en el 15 %, y en regiones emergentes —Asia meridional y África subsahariana— alcanza hasta el 30 %. Detrás de estas cifras hay algo más que desigualdad tecnológica: hay barreras educativas, culturales y económicas que impiden a millones de mujeres beneficiarse de los servicios digitales que ya dan forma a la vida moderna.
A primera vista, podría parecer un problema lejano al sector automovilístico. Pero lo cierto es que la movilidad del siglo XXI depende de la conectividad. El coche eléctrico, el vehículo autónomo, la gestión de flotas, las plataformas de movilidad compartida o los servicios postventa digitales necesitan una ciudadanía conectada y tecnológicamente activa.
En ese contexto, la brecha digital tiene un reflejo directo en la automoción: menos mujeres digitalizadas implica menos usuarias de movilidad inteligente, menos clientas potenciales en servicios conectados y menos profesionales en la economía de datos.
De hecho, el informe de la GSMA subraya que las mujeres que logran conectarse usan los servicios digitales con la misma frecuencia e intensidad que los hombres, lo que significa que el problema no está en la capacidad, sino en el acceso.
Si trasladamos esta realidad a la automoción, el paralelismo es claro: cuando las mujeres acceden a la tecnología, la adoptan, la recomiendan y la transforman. Lo que el sector debe preguntarse no es si están interesadas, sino cómo garantizar que todas puedan participar plenamente de la movilidad inteligente.
España: una oportunidad para liderar la inclusión digital
En Europa, la brecha digital de género es mucho menor, pero persiste. En España, el 95 % de las mujeres utiliza Internet móvil, según el Informe de la Sociedad Digital en España 2024 (Fundación Telefónica). Sin embargo, los datos ocultan diferencias por edad, nivel educativo y entorno rural: entre las mujeres mayores de 55 años o residentes en municipios pequeños, la desconexión sigue superando el 20 %.
Esta brecha se traduce en una doble pérdida: consumidoras que quedan fuera de los nuevos servicios de movilidad digital y profesionales que no acceden a empleos tecnológicos. En un sector donde la digitalización avanza a ritmo acelerado —electromecánica inteligente, software automotriz, gestión de datos de conducción—, cerrar esta brecha no es una cuestión social, sino estratégica.
La GSMA recomienda tres ejes para acelerar la inclusión digital femenina:
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Acceso asequible: reducir costes de conexión y dispositivos.
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Educación digital: integrar formación tecnológica básica desde edades tempranas.
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Contenido relevante y seguro: crear servicios que respondan a las necesidades reales de las mujeres.
Estas recomendaciones encajan plenamente en la transformación que vive la automoción. Desde los concesionarios hasta la ingeniería, una mayor alfabetización digital femenina amplía la base de talento, de clientas y de innovación.
La desconexión femenina no es un problema anecdótico: es una brecha estructural que puede frenar la transformación tecnológica de la sociedad y de sectores clave como la automoción.
El desafío está en convertir la conectividad en un motor de igualdad. Porque cada mujer que accede a Internet, aprende una nueva competencia o maneja una aplicación de movilidad inteligente no solo amplía su autonomía: amplía también el futuro del sector.
La movilidad del mañana será eléctrica, sostenible y conectada. Pero, sobre todo, deberá ser inclusiva. Y eso empieza por algo tan básico —y tan revolucionario— como garantizar que todas las mujeres puedan estar online.