Desde las primeras conductoras profesionales de los años 30 hasta las operarias silenciadas en las cadenas de montaje de los 80, la historia de las pioneras de la automoción española permanece ausente del relato oficial del sector.
Los libros, exposiciones y discursos institucionales que relatan la evolución del sector automoción en España apenas mencionan a mujeres. No aparecen en los hitos industriales, ni en los relatos empresariales, ni en la genealogía de la innovación técnica. Sin embargo, hubo pioneras en los orígenes del sector, trabajando, conduciendo, reparando y ensamblando vehículos, aunque rara vez se las documentó como tales. Esta omisión histórica es más que un vacío narrativo: revela un patrón estructural de invisibilización que aún pesa sobre la identidad colectiva del sector.
Pioneras al volante: oficio sin reconocimiento
Ya en los años 30 existen registros de mujeres que ejercían como conductoras profesionales, sobre todo en zonas rurales y redes de transporte locales. Lo hacían sin homologaciones oficiales, sin derecho a titularidad de licencias en muchos casos, y sin presencia en sindicatos sectoriales. A pesar de su contribución a la movilidad urbana y comarcal, no fueron reconocidas como parte de la profesión. Su presencia es apenas rescatable en archivos municipales, noticias comarcales y testimonios indirectos, como demuestra el Archivo Histórico de la Automoción.
En paralelo, algunas mujeres participaron en talleres familiares o pequeños negocios de reparación durante la posguerra, como asistentes, montadoras o incluso responsables técnicas. Sin acceso a formación oficial ni posibilidades de certificación, operaban en un terreno informal que las dejaba fuera del registro laboral. Trabajaban con herramientas, sistemas eléctricos y ajustes mecánicos en un entorno estrictamente masculinizado. Ningún gremio industrial las incluyó en sus memorias anuales, ni en sus cifras de afiliación.
El caso más paradigmático de exclusión estructural ocurrió en los años 60 y 70. En 1966, FASA-Renault en Valladolid incorporó a 34 mujeres a sus líneas de ensamblaje, una decisión inédita en el marco de la industria automotriz española. A estas trabajadoras se les asignaron tareas de tapicería, verificación visual y montaje de interiores. Aunque su desempeño fue excelente, no existió ningún plan de carrera, ni opción de promoción, ni mención institucional a su incorporación. Tampoco fueron entrevistadas por prensa industrial ni incluidas en estadísticas públicas del Ministerio de Industria.
El silencio en torno a estas pioneras no fue casual. Fue el resultado de una cultura organizativa y formativa que entendía el sector como territorio técnico masculino, en el que la presencia femenina era vista como anecdótica, asistencial o inadecuada. Por eso, sus nombres no figuran en los archivos de empresa, ni sus trayectorias fueron consideradas historias de éxito. Lo que sí existen son fotografías sin pie de foto, hojas de sueldo sin apellidos, y entrevistas sindicales en las que sus voces aparecen de forma lateral.
Hacia una memoria industrial con perspectiva de género
Recuperar este legado no es una tarea meramente conmemorativa. Es un paso imprescindible para construir un relato sectorial completo, plural y realista. Sin mujeres, la historia de la automoción está amputada. A medida que el sector impulsa la innovación, la digitalización y la inclusión, también debe mirar hacia atrás y rescatar las trayectorias que le dieron forma sin reconocimiento. Estos perfiles no son testimonios individuales, sino representaciones de una exclusión sistemática que aún repercute en el presente.
Iniciativas como el Archivo Automoción son fundamentales para comenzar este trabajo. Pero hacen falta proyectos más ambiciosos: recopilación sistemática de trayectorias, exposiciones sectoriales de carácter nacional, bases de datos de perfiles invisibles, y programas educativos que integren este enfoque en las nuevas generaciones. El futuro del sector no puede construirse sobre un pasado parcial. Integrar el legado de estas pioneras es una cuestión de justicia histórica, pero también de legitimidad profesional.