Su entrada en el mundo de la aviación fue, en principio, con fines comerciales, ya que buscaba promocionarse como actriz, pero terminó cautivándola.
El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, una jornada dedicada a reivindicar la lucha de las mujeres, pero esta fecha también conmemora un acontecimiento histórico que puede que desconozcas. En 1910, el 8 de marzo, una mujer obtuvo su licencia de piloto por primera vez. Se trata de Élise Léontine Deroche, conocida como Raymonde de Laroche, y hoy te contamos su apasionante historia.
Nació en 1886 en una familia modesta en el barrio parisino de Marais. Fue una mujer versátil, ya que inició su carrera como actriz, pero también tenía un gran interés en el deporte y las artes plásticas. Su entrada en el mundo de la aviación fue, en principio, con fines comerciales, ya que buscaba promocionarse como actriz.
En aquellos momentos, la aviación suscitaba un gran interés y los aeródromos eran lugares de reunión muy valorados por los profesionales del espectáculo, que se lucían y relacionaban mientras admiraban las hazañas de los pioneros. Nuestra valiente protagonista vio la oportunidad de asociar su nombre a un avión para lanzarse al estrellato. Sin embargo, pronto descubrió que la pasión por volar la atrapó tanto que el espectáculo quedó relegado en segundo plano. Rápidamente cautivó a todos con su talento y habilidad para pilotar, destacando especialmente por su serenidad durante su primer vuelo en solitario, que realizó el 22 de octubre de 1909. El Aéreo Club de Francia quedó impresionado por su dinamismo y habilidades, otorgándole la licencia número 36 el 8 de marzo de 1910.
REFERENTE A NIVEL INTERNACIONAL
Raymonde de Laroche no temía al progreso. Vestía pantalones y conducía su propio automóvil, algo sorprendente en esa época. Además, como piloto, viajar era esencial para ella. Deroche participó en exhibiciones aéreas en lugares como Egipto, San Petersburgo, Budapest y Reims. Era la única mujer entre pilotos masculinos, algo insólito en aquellos tiempos.
Sin embargo, esto le acarreó constantes ataques por parte de hombres que no aceptaban que una mujer practicara un deporte de alto riesgo. Incluso su avión fue objeto de sabotaje en más de una ocasión, pero ella continuó participando activamente en concentraciones de aviación a nivel nacional e internacional, batiendo récords. En 1913, por ejemplo, logró el vuelo más largo realizado por una mujer, recorriendo 323 kilómetros. En junio de 1919, estableció el récord de altitud femenino, alcanzando los 5.150 metros.
Por supuesto, su intrépida carrera no estuvo exenta de peligro. En julio de 1910, durante una manifestación, su avión se estrelló y sufrió heridas graves que la hicieron temer por su recuperación. Después de dos años de retirada, durante una exhibición en Reims, su avión se estrelló debido a fuertes turbulencias. El accidente le provocó 18 fracturas y le obligó a reposar durante meses.
No obstante, la aviadora persistió y continuó volando. Desafortunadamente, en 1919, solo un mes después de su último éxito, sufrió un accidente mortal durante un vuelo de entrenamiento en el que iba como pasajera. El piloto intentó realizar un looping a baja altura y chocó contra el suelo. Elisa y el instructor murieron en el acto. Tenía tan solo 36 años, pero dejó un extenso legado como pionera de la aviación que perdura hasta la actualidad.
